CUANDO TE ENCUENTRAS CON UN TESORO QUE NADIE MÁS ADMIRA
Tuve el privilegio de encontrarme con un tomo de la Historia Antigua de México, escrita por Francisco Javier Clavijero, quien fue expulsado de la Nueva España, y terminó sus días residiendo en Bolonia. Mientras ese libro sería coronado con una vitrina blindada en algún museo de México, en Italia se encontraba empolvado junto a otros tomos antiguos en una de las tantas librerías de Bolonia. Cabe decir que dicha librería era muy grande, y la sección de obras antiguas recorría en un desfile dorado y café el esplendor de siglos de conocimiento italiano: obras de botánica, filología, historia, recetas de cocina, reflexiones de pensadores de la Edad Media, y entre ellas, callada, desconocida, la Historia Antigua del jesuita mexicano. Lo que resultó más significativo fue el hecho de tener ante mis ojos esa impresión original a más de once mil kilómetros de México, en la ciudad donde fue creada. Entre todos los visitantes y dependientes de la librería, yo era el único que se enamoró del tomo, y en un arranque de valentía pregunté su precio, sólo para conseguir que toda esperanza de comprarlo se desvaneciera: 12,000 euros.
A pesar de su cuantía económica, la mujer que trabajaba en el mostrador no conocía el valor histórico incalculable de la Historia Antigua para la memoria mexicana, y así como ella, puedo imaginar que decenas de italianos entran a la librería sin percatarse de la obra de Clavijero. De igual forma, cada alma viviente se encuentra empolvada en la suciedad de pecados antiguos, olvidada en medio de un mundo que ignora el valor de la salvación eterna. Permanecen en un anaquel de indiferente exhibición, esclavos de su propia imagen, e ignorantes del incalculable valor que tienen delante de Dios. Jesucristo algún día entra en la librería de almas en medio de tierra extranjera, se enamora de la esencia de su principal creación, vendada de los ojos, cubierta de polilla, y decide comprar su redención, no con 12,000 euros, sino con los billones de sagrados glóbulos rojos emanados de su cuerpo. Con Jesucristo, la ignorancia desaparece, la indiferencia cae como una estatua sin cimientos, y el destino de los redimidos se dirige a la patria celestial. El mundo podrá cubrirnos de polvo, mas los rayos dorados de la visión de Dios traspasan la neblina, reclamándonos como suyos, valiosos y preciosos delante de Él. Al final, Dios nos rescata del olvido, nos restaura, pero no nos coloca en una vitrina estática, sino que nos transporta a lugares no imaginados para que su belleza sea proclamada en movimiento perpetuo.
DFDarmijo
A pesar de su cuantía económica, la mujer que trabajaba en el mostrador no conocía el valor histórico incalculable de la Historia Antigua para la memoria mexicana, y así como ella, puedo imaginar que decenas de italianos entran a la librería sin percatarse de la obra de Clavijero. De igual forma, cada alma viviente se encuentra empolvada en la suciedad de pecados antiguos, olvidada en medio de un mundo que ignora el valor de la salvación eterna. Permanecen en un anaquel de indiferente exhibición, esclavos de su propia imagen, e ignorantes del incalculable valor que tienen delante de Dios. Jesucristo algún día entra en la librería de almas en medio de tierra extranjera, se enamora de la esencia de su principal creación, vendada de los ojos, cubierta de polilla, y decide comprar su redención, no con 12,000 euros, sino con los billones de sagrados glóbulos rojos emanados de su cuerpo. Con Jesucristo, la ignorancia desaparece, la indiferencia cae como una estatua sin cimientos, y el destino de los redimidos se dirige a la patria celestial. El mundo podrá cubrirnos de polvo, mas los rayos dorados de la visión de Dios traspasan la neblina, reclamándonos como suyos, valiosos y preciosos delante de Él. Al final, Dios nos rescata del olvido, nos restaura, pero no nos coloca en una vitrina estática, sino que nos transporta a lugares no imaginados para que su belleza sea proclamada en movimiento perpetuo.
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