AYÚDAME A ENTENDER TU SUPREMACÍA
En las dudas, en la incertidumbre, cuando no pueda comprender la neblina que oculta el horizonte, cuando tu voz es el viento indiferente, sin sustancia, sin color, ni dirección, ayúdame a entender tu supremacía. Después de todo, clamaste en la cruz "¡Dios mío! ¡Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?" En ese día sentiste el peso de la creación, una creación sometida a duda, que constantemente ve cielos azules, más herméticos. Sabes de lo que hablo. Sin embargo, no pasarían más que unos minutos para que tus palabras de clamor se transformaron en las del Ser Supremo y pleno de Autoridad: CONSUMADO ES. La duda había desaparecido, y ahora quedaba solamente tomar el control del cosmos.
En el temor, cuando las sombras de la oscuridad se materializan en inseguridad, y observan al alma alerta en la noche, ayúdame a entender tu supremacía. Ayúdame a entender que venciste a satanás desde el primer día que se rebeló contra Ti. El miedo no es más que el grito de frustración del enemigo, y sus ondas penetran profundamente en la médula espinal, finita y doblada, del espíritu humano. Más tú Señor eres la Roca, ninguna onda de temor te cimbra, pues en la cruz contemplaste tu victoria. La cruz de madera se petrificó con tu sangre, y por eso ningún viento de terror la ha tumbado.
En la enfermedad, cuando parece que entre mi dolor y mi tranquilidad sólo hay un quirófano frío y temible, cuando mi garganta se cierra y siento que no respiro, o cuando mareos atormentan mi cabeza, postrándome en un sillón, ayúdame a entender tu supremacía. Cuando pensamientos de muerte me persigan, o sienta tentación de recurrir a los calmantes, ayúdame a comprender tu soberanía. Eres el Dios que da completa paz a aquél cuyo pensamiento en Ti persevera, y el que sana todas sus dolencias. Y en la cruz, cuando la ira del Padre te envolvió, y el peso del pecado se burlaba de Ti, sufriste todas las enfermedades. En un instante sentiste cáncer, epilepsia, fiebre, gastritis, úlceras, tuberculosis, ansiedad, necrosis, ceguera, sordera, derrame cerebral, infarto, osteoporosis, etc. Tu sabes entender a los que sufren. Y cuando resucitaste, tan sólo quedaban las marcas de tus manos, costado y pies. Decidiste quedártelas, no porque el proceso de glorificación fuera incompleto, sino porque deseabas contemplar el camino transitado, como el alpinista que desde la cima le gusta observar la pendiente que lo hizo sufrir tanto.
En el desempleo, en la miseria, cuando la presión social punza a gritos la conciencia, cuando los jefes de reclutamiento son las entidades más temibles, y se llega a perder la dignidad por un puesto, ayúdame a entender tu supremacía. Cuando se cae en la tentación del salmista, de envidiar la suerte de los impíos, que no tienen preocupación de pisotear lo que sea necesario con tal de obtener lo que desean, ayúdame a recordar que Tú les permites tener esa plata por un tiempo. Eres el dueño del oro y de la plata. Eres el Señor del dólar, del peso, del yen, del euro, y de la libra. ¿Quién puede enseñarte de administración? El contador se estresa porque tiene que dar información específica al auditor cada diciembre, pero tú tienes registrados los cabellos de nuestra cabeza, y nadie te pide cuentas. ¿Quién puede enseñarte de economía o de logística? El inteligente y creativo ingeniero se golpea la cabeza porque no tiene idea de cómo almacenar un inventario en una bodega, más tú sabes en qué ecosistema colocar cada árbol, cada río, cada animal, y cada ser humano. En esa sabiduría sé que a su debido tiempo le mostrarás a cada hijo su puesto y su ministerio. Mientras tanto, cuando el ocio forzado no es sinónimo de descanso sino de frustración, ayúdame a esperar en Ti. Después de todo, el puesto del Rey cuyo nombre es sobre todo nombre, y ante el cual toda rodilla se doblará y toda lengua confesará, se tuvo que ganar con un "desempleo doloroso", el Calvario.
En la desesperanza, la desilusión, cuando creo que mis sueños están perdidos, ayúdame a comprender tu supremacía. Cuando siento que se me da ceniza en lugar de gloria, cuando soy cola y no cabeza, cuando veo que después de todo mi odre se rompió con el vino, ayúdame a contemplar la cruz. Ahí estuvo la cruz en lo alto, el símbolo de los sueños perdidos, del castigo del criminal, y la humillación del paria. Pero esa sería la consigna de la bondad posterior, cada vez que el mal pareció triunfar en la tierra, la cruz terminó surgiendo. Guerras vinieron y se fueron, masacres ocurrieron, regímenes subieron y sucumbieron, y la cruz permaneció. La Jerusalén que te rechazó tembló, y el velo del templo se rasgó en dos. ¿Qué hubiera sido más glorioso en ese tiempo que ser un líder en el templo? Más ese viernes santo un terremoto divino sacudió los cimientos del fastuoso santuario, dejándolos debilitados para que los romanos los minaran en el 70 d.C., mientras tanto, el Calvario permaneció de pie. El soberbio Caifás quizás no durmió esa noche de la confusión, pero el desesperanzado Pedro vio al Jesús resucitado; y Juan, quien estuvo hasta el final contemplando a su maestro morir, ahora es quien da más esperanza al cristiano atribulado en su última revelación, donde se menciona que algún día, el Jesús escarnecido por el mundo regresará para aclarar cualquier debate religioso en una universidad, cualquier entrevista condescendiente de CNN hacia los creyentes, cualquier pelea en los comentarios de Youtube, o cualquier matanza en Medio Oriente hacia los santos. Cuando sienta, oh Dios, que Jesús sigue estando muerto, ayúdame a visitar la tumba, como las mujeres, para corroborar que está vacía.
En general, tu supremacía es sobretodo dolor y tribulación. Me sostengo en la inmutable verdad que el mundo gira, y el mundo cambia, pero Tú sigues siendo el mismo, el Dios Todopoderoso, Amoroso y Perdonador, pero que pagará con justicia la paciencia de sus santos, y castigará el pecado que nos agobia. "HE DECIDIDO SEGUIR A CRISTO, NO VUELVO ATRÁS."
DFDarmijo