PROPÓSITO DE ESTE ESPACIO

Blog dedicado a publicar aquellas cosas que ocurren en la vida y que dejan un mensaje que apunta hacia la belleza de un Creador, con el fin de admirarnos de Él.

lunes, 8 de diciembre de 2014

CANCIÓN DE UNA NAVIDAD DE CUENTO, PERO SÓLO ESO





Esta es la historia de Ebenezer Scrooge, no el de Charles Dickens, sino alguno de sus descendientes homónimos en el siglo XXI. A diferencia de su ancestro, él sí se encontraba entusiasmado por la celebración de Navidad, tanto que el 24 de diciembre abrió su oficina y recibió a todos los que lo visitaban con una enorme sonrisa y un afectuoso abrazo. Su empleado, Bob Cratchit, un descendiente del antiguo empleado administrativo que servía al antiguo Scrooge, se encontraba en su oficina contento por contar con un calentador portátil que mantenía su espacio acogedor. Sin duda que su patrón era el mejor por proveerle de tan necesitadas comodidades. Los villancicos no dejaban de sonar en sus labios, y era tal su fervor navideño que hasta un nacimiento puso en el centro de su negocio, repleto de figurillas y extensiones de luces. 

En cierto momento entró a su oficina un varón como de veinticinco años, y el señor Scrooge lo recibió afablemente. 

- ¡Feliz Navidad, tío!- Saludó el joven.

- ¡Feliz Navidad a ti también, querido sobrino! - Scrooge no sólo le dio un abrazo, sino que en su gran abnegación metió un fajo de billetes en el bolsillo del saco de su joven familiar sin que éste se diera cuenta.

- He venido para invitarte a mi boda. Se celebrará el día de mañana. Entiendo que es muy pronto, pero queríamos sorprenderte. Por cierto, ¿vendrás esta noche a cenar el pavo con nosotros? - 

- ¡Por supuesto que cenaré hoy con ustedes! ¡Por supuesto! Y cuenta con que tu viejo tío pague todos los gastos de tu boda. Ustedes dos irán de luna de miel al país que deseen, en el hotel que deseen, y les voy a prestar mi avión privado. -

- ¡Muchas gracias tío! No hay persona en este mundo que tenga el espíritu navideño tan sellado en su corazón como tú! - Diciendo esto se dieron un abrazo, y el sobrino se retiró.

Horas después, unos hombres con uniforme de empleados del gobierno entraron a su oficina. Scrooge, como de costumbre, se puso de pie para saludarlos con un afectuoso abrazo.

- Venimos a despertar su compasión por los que menos tienen. Usted sabe, hay muchas cárceles, pero pocas visitas que conforten a los presos. Aunque hay sindicatos, queremos juntar despensas para las familias de los obreros de la ciudad en estas fechas, y por supuesto, deseamos empezar la recaudación de fondos para abrir un centro de rehabilitación para niños enfermos y huérfanos. - 

- ¡Pero claro! Ahora mismo realizaré las transferencias a la cuenta de sus fondos, y cuenten con que sea el patrocinador para construir el centro de rehabilitación - 

- No esperábamos menos de usted, Sr. Scrooge. Sabemos que es el alma más caritativa de la ciudad. Su altruismo sobrepasa el egoísmo de estos tiempos. -

- ¡Pasen feliz Navidad, caballeros! -

Cuando cayó la noche, Scrooge se dirigió a Bob Cratchit.

- ¿Qué harás esta noche, Bob? - 

- Iré con mi familia a cenar, Sr. Scrooge. Pero antes, manejaré hasta el mirador del cerro, donde pueda contemplar el cielo estrellado, y admirarme del Niño que nació para darnos Salvación. Me encanta visitar ese lugar de noche para orar, meditar y adorar a Dios. -

- ¡Excelente, Cratchit! ¿Qué te parece si cerramos de una buena vez, y me permites acompañarte a la colina para admirarme de Dios también? - 

Ese 24 de diciembre, Scrooge se admiró del Creador contemplando las estrellas. Después mandó que su chofer personal condujera a Cratchit hasta su casa, no sin antes ordenar que se comprara el pavo más grande para su familia. Después fue a cenar con su sobrino y su futura sobrina, así como con el resto de su familia. La convivencia fue cálida y amorosa, y el espíritu de la navidad se palpaba a cada centímetro. Ese día no hubo persona más feliz y dadivosa que el millonario empresario Ebenezer Scrooge. 

UNA SEMANA DESPUÉS

El Sr. Scrooge se sienta en su oficina, malhumorado y fastidiado, a punto de iniciar su día de labores. La bandeja de su correo electrónico le muestra un mensaje de su sobrino, el cual le pedía que los ayudara con un poco de dinero porque su avión se había averiado a punto de iniciar el vuelo de regreso. 

- ¡Bah! ¡Pamplinas! Que se arregle su vida él solo- Escupió el anciano. Y no hubo ayuda para su sobrino.

Horas después regresaron los empleados del gobierno para que el Sr. Scrooge firmara la autorización para la construcción del centro de rehabilitación.

- ¡Bah! ¡Pamplinas! -

- Pero Sr. Scrooge, usted prometió... -

- ¡No molesten! ¿Qué no hay cárceles? ¿Qué no hay sindicatos? ¡Que el gobierno se encargue! -

- Le rogamos que nos ayude, si no mucha gente quedará desamparada... -

- ¡Y de qué sirve ayudarlos! ¡Sólo se propicia que se incremente el excedente de población! -

Y no hubo ayuda para los proyectos de aquellos nobles varones.

Finalmente, Scrooge arremetió contra Bob Cratchit

- ¡Pamplinas, Cratchit! ¡No me vuelvas a invitar a ese cerro! Lo que se ve ahí no son más que estrellas muertas. No me vengas con tus cuentos -

Y ese día el pobre Bob Cratchit tuvo que quedarse a trabajar horas extras hasta que se apaciguaran los ánimos de su voluble amo.

¿Qué fue lo que pasó? ¿Por qué el cambio tan repentino? Sencillamente porque aquellas buenas acciones, y aquella gran adoración que Scrooge había declarado a Dios desde el cerro, ya no estaban enmarcadas por los villancicos, ni los cascabeles, o los pinos, o las luces, o los nacimientos, o los agradecimientos y abrazos, o la emoción momentánea de saber que se celebra una festividad conveniente para los negocios. Esto fue así porque Scrooge se basó en las luces pequeñas navideñas, pero no se arraigó en la Luz que ilumina al mundo no sólo en Navidad, sino en todo el año. Él se desanimó porque las centellas de los árboles de la Natividad se apagan o se queman, pero no consideró que la Luz de Cristo sigue iluminando con el poder de su inédito nacimiento, el cual  trae vida y gozo del corazón por la eternidad.

Scrooge regresó a su humor ermitaño y avaro mientras el siguiente año comenzaba su rutina, y Dios ya preparaba a Marley para que anunciara la aventura en la que Scrooge tendría que participar, en el momento en que menos se imaginaba. A lo lejos, el pequño Tim, hijo de Cratchit, seguía gritando: ¡Dios nos bendiga a todos!

FIN

DFDarmijo


lunes, 1 de diciembre de 2014

ODA A LA ALEGRÍA

ODA A LA ALEGRÍA



7 de mayo de 1824. Bajo un cielo nublado europeo burbujea la ciudad de Viena con miles de personas que se arremolinan alrededor del Teatro de la Corte Imperial, empujándose para poder estar dentro de los techos de mármol del refugio de las artes vienés. Quien logre traspasar las puertas del teatro tendrá garantizada la atestiguación  de uno de los eventos que marcará la historia de la humanidad para siempre. En las butacas y los balcones se encuentran políticos, artistas, empresarios, banqueros, filósofos, y gente que hizo todo lo posible para estar ahí en ese momento. La expectación crece conforme se llenan los asientos desde abajo hacia arriba, hasta llegar a los márgenes de las salidas hacia la gran escalera central del vestíbulo. 



Debajo de la duela que sostiene las sillas y los instrumentos musicales, justo en uno de los pasillos de utilería se encuentra sentado un hombre solitario, su pelo cubierto de polvo blanco que ha dejado marcada su cabeza con señales de vejez, encorvado por el peso de años que sostiene su espalda, y con su mirada perdida en alguna mancha sobre una columna de madera, como si fuera una ventana oscura hacia una realidad superior misteriosa. El hombre solitario no tiene una idea de cómo podría terminar su demostración sinfónica, aunque vagamente sabe que bajo sus condiciones corporales lo impredecible será la regla de la noche. Todo su cuerpo está controlado por sus nervios, conocedor que ese mismo día uno de sus sueños se cumplirá; pero su espíritu es fuerte, y sabe que no hay punto de retorno… entre él y la posteridad sólo queda la conducción de la orquesta.

Por fin el reloj marcó el momento, y el maestro de ceremonias, elegantemente vestido, baja las escaleras del escenario para encontrarse con el compositor.

- Herr Beethoven, es hora. –

Pero el ilustre compositor sólo lo observa con mirada resignada. Después le pasa una tabla y un lápiz al maestro de ceremonias, quien se sonroja un poco por el hecho de olvidar la discapacidad de su interlocutor.

“Herr Beethoven, es hora de que comience el concierto, el público lo está esperando.” Escribió.

El músico se levanta lentamente y camina hacia las escaleras cojeando, y aunque el maestro de ceremonias ofreció su brazo para sostenerlo, Beethoven lo rechaza con una señal de su mano. En el escenario todos los músicos están en sus puestos, arreglando sus partituras, acomodándose el vestuario, comentando en voz baja algunas trivialidades. Pero cuando ven al gran maestro tomar la batuta, se ponen de pie y lo reciben con respetuosos aplausos, al igual que el público que espera con curiosidad la conducción de un hombre sordo de una orquesta musical, caso equiparable a ver un mudo dar un discurso real delante la nación. Pero para Beethoven todo es silencio, un profundo e indiferente silencio, como si contemplara el paisaje dentro de una piscina, donde los sonidos exteriores no tienen poder y sólo predomina la tiranía de la opaca y líquida audición.

Después de unos segundos el maestro de ceremonias pide que todos tomen sus asientos, la tranquilidad vuelve al recinto y tanto los músicos como los miembros del coro se preparan para comenzar la aventura de la Novena Sinfonía, la última completa de la vida del compositor alemán. Empieza el primer movimiento, con los violines dándole entrada a los matices del Allegro, intercambiando con las demás cuerdas la construcción del poema exaltado que aumentaría su tono en el segundo movimiento, Scherzo, el cual haría una parada suave y reconfortante con el tercer movimiento, Adagio, con la intención de tranquilizar y llevar a los espectadores hasta un cálido sueño que no pudiera sospechar del glorioso repertorio que caería sobre ellos con el cuarto movimiento, Recitativo.

El maestro sólo puede limitarse a mover sus brazos y adivinar las notas que tocan todos los músicos de acuerdo a la posición de sus manos y dedos sobre sus instrumentos respectivos, pero su corazón arde cuando la orquesta de su cerebro interpreta para su alma los acordes y las letras de la Oda a Alegría, su composición principal, su magnus opus, y junto al coro decide cantarla en silencio, dejando pasar las palabras del poema musical sobre su memoria:

Alegría, bella chispa divina,
Hija del Elíseo,
¡Entramos, borrachos de fuego,
Divina, en tu santuario!
Tus hechizos reúnen
Lo que la costumbre severa dividó;
Todos los hombres serán hermanos
Donde repose tu suave ala.

Quienquiera que logre el gran éxito
De ser amigo de un amigo;
Quien consiga una dulce esposa,
¡Que entremeta su júbilo!
¡Sí, también quien pueda reclamar
Un alma sola de la tierra!
Y quien jamás haya podido, que se hurte
Llorando de esta banda.

Por primera vez en la vida del planeta se escuchaba el famoso himno que en nuestro tiempo es ícono de la amistad y la paz mundial, interpretado en todo tipo de eventos, desde partidos intercontinentales hasta cumbres de la Unión Europea. Todos los presentes en el teatro escuchan embelesados las palabras del coro, y se dejan llevar por el mensaje hasta que en un cambio repentino de ritmo el himno los lleva a recibir la clave de la existencia de la alegría que tanto ensalza la obra de Beethoven: Dios mismo.

Recibid un abrazo, millones
Este beso es para todo el Mundo
Hermanos, por encima del beso estrellado
debe vivir un Padre cariñoso.
¿Os postráis, millones?
¿Presientes al Creador, mundo?
Buscadle sobre el cielo estrellado
Sobre estrellas debe vivir.

La sinfonía más famosa de la historia le da gloria y honra a quien honor merece, y reconoce que la dicha eterna que sumerge a los humanos en gozo perdurable tiene sus raíces en la presencia del Dios Altísimo, quien habita entre las estrellas y desborda de amor y cariño. El mismo poema exhorta a la raza humana a que se postre en adoración hacia el Rey de reyes y Señor de señores, exaltándolo por ser quien tiene la autoridad de hacer que un sordo pueda convertirse en el compositor más destacado del mundo; por permitir que un tartamudo como Moisés pudiera levantarse enfrente del faraón para argumentar en pro de la liberación del pueblo de Israel, y que después dirigiera a toda una nación a través del desierto hostil; por lograr que trescientos hombres armados con cántaros infligieran tal pavor en el ejército madianita que amenazaba la integridad del pueblo de Dios; por dejar que un copero pudiera levantar las murallas de una ciudad derruida, aun a pesar de los intentos destructivos de Sambalat y compañía. ¡Ese es el Dios que el sordo Beethoven adoraba! ¡El Dios que le permitió ver las cosas que no son como si fueran!

Cuando la sinfonía finalizó, y el coro y los instrumentos callaron, Herr Beethoven sólo recibió silencio de su alrededor, pero sus ojos no podían contener el alboroto de imágenes que atravesaban su asombrada conciencia. Los músicos y el coro dejaron sus instrumentos y partituras para ocuparse en ovacionar a Beethoven, y cuando el compositor se dio la vuelta notó que el público  estaba enloquecido, y aunque le era imposible escuchar el torrente de aplausos y silbidos, pudo sentir el temblor de la euforia que los presentes le enviaban como un manto que cubría el teatro entero. Esa vienesa noche nunca pasará al olvido, mientras una orquesta interprete la bella pieza en cualquier recinto del mundo, se estará recordando que no se necesita el sentido del oído para poder escuchar la música del Creador. No se necesita la vista para contemplar el fuego del Espíritu Santo, ni el olfato para crear la fragancia de adoración que le podemos brindar a nuestro Padre Celestial. Si crees que tienes alguna limitación en tu vida, y no necesariamente tiene que ser física, recuerda que tienes de tu lado al Dios de lo imposible, el cual se glorificará de las maneras más impredecibles si decidimos ser usados con humildad y amor hacia Él. Cuando el mundo ve en nosotros un carbón sucio y despreciable, Dios ve un diamante valioso e impenetrable, con el filo para derribar cualquier estructura que se interponga en sus proyectos para nuestra vida, de acuerdo a su perfecta voluntad.

"Bástate mi gracia, porque mi Poder se perfecciona en tu debilidad". 2 Corintios 2:19

DFDarmijo

jueves, 20 de noviembre de 2014

AYÚDAME A ENTENDER TU SUPREMACÍA

AYÚDAME A ENTENDER TU SUPREMACÍA



En las dudas, en la incertidumbre, cuando no pueda comprender la neblina que oculta el horizonte, cuando tu voz es el viento indiferente, sin sustancia, sin color, ni dirección, ayúdame a entender tu supremacía. Después de todo, clamaste en la cruz "¡Dios mío! ¡Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?" En ese día sentiste el peso de la creación, una creación sometida a duda, que constantemente ve cielos azules, más herméticos. Sabes de lo que hablo. Sin embargo, no pasarían más que unos minutos para que tus palabras de clamor se transformaron en las del Ser Supremo y pleno de Autoridad: CONSUMADO ES. La duda había desaparecido, y ahora quedaba solamente tomar el control del cosmos.

En el temor, cuando las sombras de la oscuridad se materializan en inseguridad, y observan al alma alerta en la noche, ayúdame a entender tu supremacía. Ayúdame a entender que venciste a satanás desde el primer día que se rebeló contra Ti. El miedo no es más que el grito de frustración del enemigo, y sus ondas penetran profundamente en la médula espinal, finita y doblada, del espíritu humano. Más tú Señor eres la Roca, ninguna onda de temor te cimbra, pues en la cruz contemplaste tu victoria. La cruz de madera se petrificó con tu sangre, y por eso ningún viento de terror la ha tumbado. 

En la enfermedad, cuando parece que entre mi dolor y mi tranquilidad sólo hay un quirófano frío y temible, cuando mi garganta se cierra y siento que no respiro, o cuando mareos atormentan mi cabeza, postrándome en un sillón, ayúdame a entender tu supremacía. Cuando pensamientos de muerte me persigan, o sienta tentación de recurrir a los calmantes, ayúdame a comprender tu soberanía. Eres el Dios que da completa paz a aquél cuyo pensamiento en Ti persevera, y el que sana todas sus dolencias. Y en la cruz, cuando la ira del Padre te envolvió, y el peso del pecado se burlaba de Ti, sufriste todas las enfermedades. En un instante sentiste cáncer, epilepsia, fiebre, gastritis, úlceras, tuberculosis, ansiedad, necrosis, ceguera, sordera, derrame cerebral, infarto, osteoporosis, etc. Tu sabes entender a los que sufren. Y cuando resucitaste, tan sólo quedaban las marcas de tus manos, costado y pies. Decidiste quedártelas, no porque el proceso de glorificación fuera incompleto, sino porque deseabas contemplar el camino transitado, como el alpinista que desde la cima le gusta observar la pendiente que lo hizo sufrir tanto.

En el desempleo, en la miseria, cuando la presión social punza a gritos la conciencia, cuando los jefes de reclutamiento son las entidades más temibles, y se llega a perder la dignidad por un puesto, ayúdame a entender tu supremacía. Cuando se cae en la tentación del salmista, de envidiar la suerte de los impíos, que no tienen preocupación de pisotear lo que sea necesario con tal de obtener lo que desean, ayúdame a recordar que Tú les permites tener esa plata por un tiempo. Eres el dueño del oro y de la plata. Eres el Señor del dólar, del peso, del yen, del euro, y de la libra. ¿Quién puede enseñarte de administración? El contador se estresa porque tiene que dar información específica al auditor cada diciembre, pero tú tienes registrados los cabellos de nuestra cabeza, y nadie te pide cuentas. ¿Quién puede enseñarte de economía o de logística? El inteligente y creativo ingeniero se golpea la cabeza porque no tiene idea de cómo almacenar un inventario en una bodega, más tú sabes en qué ecosistema colocar cada árbol, cada río, cada animal, y cada ser humano. En esa sabiduría sé que a su debido tiempo le mostrarás a cada hijo su puesto y su ministerio. Mientras tanto, cuando el ocio forzado no es sinónimo de descanso sino de frustración, ayúdame a esperar en Ti. Después de todo, el puesto del Rey cuyo nombre es sobre todo nombre, y ante el cual toda rodilla se doblará y toda lengua confesará, se tuvo que ganar con un "desempleo doloroso", el Calvario.

En la desesperanza, la desilusión, cuando creo que mis sueños están perdidos, ayúdame a comprender tu supremacía. Cuando siento que se me da ceniza en lugar de gloria, cuando soy cola y no cabeza, cuando veo que después de todo mi odre se rompió con el vino, ayúdame a contemplar la cruz. Ahí estuvo la cruz en lo alto, el símbolo de los sueños perdidos, del castigo del criminal, y la humillación del paria. Pero esa sería la consigna de la bondad posterior, cada vez que el mal pareció triunfar en la tierra, la cruz terminó surgiendo. Guerras vinieron y se fueron, masacres ocurrieron, regímenes subieron y sucumbieron, y la cruz permaneció. La Jerusalén que te rechazó tembló, y el velo del templo se rasgó en dos. ¿Qué hubiera sido más glorioso en ese tiempo que ser un líder en el templo? Más ese viernes santo un terremoto divino sacudió los cimientos del fastuoso santuario, dejándolos debilitados para que los romanos los minaran en el 70 d.C., mientras tanto, el Calvario permaneció de pie. El soberbio Caifás quizás no durmió esa noche de la confusión, pero el desesperanzado Pedro vio al Jesús resucitado; y Juan, quien estuvo hasta el final contemplando a su maestro morir, ahora es quien da más esperanza al cristiano atribulado en su última revelación, donde se menciona que algún día, el Jesús escarnecido por el mundo regresará para aclarar cualquier debate religioso en una universidad, cualquier entrevista condescendiente de CNN hacia los creyentes, cualquier pelea en los comentarios de Youtube, o cualquier matanza en Medio Oriente hacia los santos. Cuando sienta, oh Dios, que Jesús sigue estando muerto, ayúdame a visitar la tumba, como las mujeres, para corroborar que está vacía.

En general, tu supremacía es sobretodo dolor y tribulación. Me sostengo en la inmutable verdad que el mundo gira, y el mundo cambia, pero Tú sigues siendo el mismo, el Dios Todopoderoso, Amoroso y Perdonador, pero que pagará con justicia la paciencia de sus santos, y castigará el pecado que nos agobia. "HE DECIDIDO SEGUIR A CRISTO, NO VUELVO ATRÁS."

DFDarmijo

domingo, 16 de noviembre de 2014

VOLTEA MÁS SEGUIDO AL CIELO

VOLTEA MÁS SEGUIDO AL CIELO

La gloriosa visión de Apocalipsis 19

16 de septiembre de 2012. El Señor nos permitió ir a la Ciudad de México a mi familia y a un servidor para ver el desfile militar que se realiza cada año con motivo del aniversario de la Independencia Nacional, y ya entrada la mañana, antes de las 11, mucha gente se encontraba congregada en los márgenes del Paseo de la Reforma para poder ver a los soldados marchar. Ahí estaban ya mis padres apostados, apartando un excelente lugar justo frente a la glorieta dedicada a Cristobal Colón, mientras yo caminaba rumbo a ellos cuando de repente un sonido estremecedor inundó progresivamente el ambiente, sobresaliendo de manera gradual de occidente a oriente. Al principio parecía el rumor de un camión o, pero después comprendí que se trataba de un grupo de poderosos aviones militares que avanzaban a gran velocidad por encima de los imponentes rascacielos del Paseo, realizando su trayectoria hasta el Zócalo para saludar al presidente Calderón. He de decir que nunca había escuchado algo similar en mi vida, fue una ráfaga de decibelios que caían y se estrellaban con la solidez de los edificios, aumentando así el eco de su fortaleza acústica. Al asomar mi rostro hacia el cielo descubrí la presencia de dichas aeronaves, dejando una estela de varias columnas de humo verde, blanco y rojo. Minutos más tarde seguirían asomándose más aviones de distintos tipos, desde ruidosos helicópteros hasta avasalladores boeings sobre la capital del país. De manera intermitente las personas admiraban la parafernalia de los uniformes y armamento de los soldados que desfilaban, y segundos después le daban trabajo a sus cuellos para dejar de lado a los terrícolas y en vez de eso esperar la aparición de más máquinas aladas, las cuales reclamaban la total atención con sus rugidos vibrantes. Como recapitulación a mi experiencia, llegué a la conclusión de que lo que más me gustó e impresionó del desfile militar fueron, sin duda alguna, los aviones y helicópteros. Y al reflexionar en el suceso me acordé de un evento celeste que conmocionará al mundo entero, pues será el evento programado más impactante que la historia humana pueda jamás registrar: me refiero a la Segunda Venida de Cristo. 




Como seres humanos, finitos y falibles, caemos todos los días en el rumor entumecedor de la rutina, nos mantenemos apegados a las actividades "terrestres" para poder comer las tortillas y el arroz de nuestra dieta mexicana; estudiamos arduamente para ser personas exitosas y poder ascender en los ámbitos académicos o empresariales; llegamos a acostumbrarnos tanto al color de nuestra propia existencia, que al menor destello en las alturas abrimos nuestras bocas y exclamamos "ohhhhhh's"" y "ahhhhhhh's" de asombro y fascinación. El hombre siempre ha admirado el cielo y los espectáculos del mismo, prueba de ello se puede encontrar una vez más con la ilustración del desfile: en que cuando los soldados marchaban la gente soltaba vivas y aplausos, pero cuando los aviones pasaban todos nos olvidábamos de los soldados y nos dejábamos impactar por las moles metálicas que tocaban con su sombra nuestras cabezas. Las alturas nos dan la perspectiva de Dios, desde donde observamos nuestra propia realidad a escala, donde los edificios son miniaturas de colección y los automóviles se reducen a hormigas curiosas que serpentean sobre caminitos grises. Y al verse todo lo humano pequeño, los problemas y dolores de la vida también empequeñecen. Esa es la maravilla del cielo, que no teniendo reglas humanas, limitaciones ni carencias, se extiende hasta el infinito y desemboca en los pies de Dios. 

Es parte de nuestra naturaleza, viene innata en nuestra composición, nadando en las caudalosas corrientes de sangre de nuestras venas: la tierra nos es familiar porque de ella estamos hechos, somos polvo, pero el cielo nos hace ser como niños, siempre se aparecerá novedoso y sorpresivo. Dios, el Creador Supremo y conocedor de nuestra tierna y pequeña naturaleza, utilizará el espacio aéreo para derrotar al anticristo y establecer su milenario reinado con cede en Israel. Jesucristo, quien había entrado a la Ciudad Santa, Jerusalén, montado en un humilde asno, anónimo, corriente, despreciado, ahora penetrará a la misma ciudad pero montado en un corcel blanco, vestido de una túnica roja carmesí, su cabello será blanco como la lana, y de su boca saldrá la Espada del Espíritu, la Palabra, para destruir por completo a los rebeldes ejércitos cegados y engañados por satanás a través de su instrumento humano. Jesucristo ya no será el Siervo Sufriente, ahora será reconocido como el Rey de reyes, ya no vendrá a ser clavado en una cruz, ahora vendrá a pisotear para siempre el poder del infierno. 

Y lo que es tan emocionante es que nosotros, los hijos de Dios, los que hemos sido redimidos por la sangre del Cordero, formaremos parte del contingente que Jesucristo empleará para su regreso glorioso. Apocalipsis 19 señala que también estaremos montados en caballos blancos, y nuestras vestiduras del mismo color puro que los corceles. ¡Qué gran emoción participar directamente de ese suceso futuro! A veces pensamos que estaremos parados en la tierra cuando eso suceda, pero la realidad bíblica es que regresaremos con Él desde el aire. Tan sólo trata de imaginarte en el cielo, rodeado de fuego, luces y poder espiritual, al lado de personas como San Pablo, San Pedro, Martín Lutero, John Wesley o Johnatan Edwards; formado junto con los arcángeles Miguel y Gabriel, y sobretodo, viendo hacia delante al guía del ejército, al Salvador, al Creador, al Jefe de jefes, al Topoderoso, al que hace que los montes se despedacen como castillos de naipes tan sólo a una orden de su voz. Si unos cuantos avioncitos, obras de manos humanas, podían estremecer a toda una multitud, ¡cuánto más no sacudirá los mismos cimientos de la tierra la presencia visible del Gran Yo Soy! 

Te invito a que leas Apocalipsis 19, capítulo de la Biblia preferido por un servidor, y te deleites imaginando lo que va a tomar lugar en los próximos años. En los establos del Rey tienes reservado un caballo con el cual descenderás a formar parte del reino de Dios, y en alguna vitrina de oro se encuentra guardada tu túnica, de acuerdo a tu talla y tu medida, y por supuesto, si en esta vida no se te hace conocer Israel, ten por seguro que conocerás Jerusalén lo quieras o no, entrando después de Jesús a través de la puerta que mira al Monte de los Olivos. Que esta reflexión aumente tu alegría y esperanza futura y que sepas que tú eres terrestre por el momento, pero tu nacionalidad está en el cielo. Así que no estaría de más voltear de vez en cuando hacia arriba.

viernes, 14 de noviembre de 2014

ADMIRACIÓN ES ADORACIÓN

¿POR QUÉ ADMIRARSE PARA ADORAR?

"Te alabaré, porque formidables y maravillosas son tus obras;
estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien". Salmo 139: 14

Somos personas en el siglo XXI. Tenemos automóviles, computadoras portátiles, tabletas electrónicas, celulares inteligentes, y comida que se cocina en segundos. En los tiempos antiguos, recorrer un largo viaje de un continente a otro representaba arriesgarse a perder el buen sentido y la salud sobre un barco insalubre y a la merced del humor del océano.  Antes era necesario hacerse sangrías para eliminar "los malos humores" y recibir la salud; ahora hay medicinas para casi cualquier enfermedad. En la segunda mitad del siglo XIX, probablemente era más rápido caminar que utilizar uno de los primeros automóviles para llegar rápido a un destino; ahora existen películas como Rápido y Furioso que realzan la adrenalina de conducir un auto de lujo a toda velocidad. Mayas, griegos, y científicos como Copérnico o Galileo hubieran donado todo lo que tenían con tal de observar una fotografía espacial realizada por el telescopio Hubble. Kepler podía especular sobre el movimiento elíptico de la Tierra alrededor del Sol, pero un niño de primaria de hoy puede observar en su libro de ciencias las explosiones solares en alta resolución, y la estructura de la superficie terrestre. 

"Pilares de la Creación", fotografía del Telescopio Hubble

Lo que es más sorprendente, las personas comunes que habitan la tierra en este siglo tienen acceso gratuito y directo a un monstruo de información que los grandes pensadores del pasado apenas podían visualizar en sus subconscientes sueños. ¿Se está platicando en el "chat" del Facebook con una chica que se quiere conquistar, y ella saca el tema de su gran pasión por el cine polaco? ¡Tranquilo campeón! Google llena en segundos tus vacíos cerebrales para que te vuelvas un experto en películas de Polonia, y hasta te llevas el combo de analizarlas desde la perspectiva del desastre de Chernobyl. ¿Quieres conocer lo que acaba de pasar en Camboya? Cualquier periódico de mediano alcance en Internet ya lo tiene detallado. Y este acceso ilimitado a la información nos vuelve más capaces, más poderosos, más conscientes de la realidad presente; pero a la vez nos sume en una profunda indiferencia ante el asombro.

El hombre del siglo XXI ha ascendido a las alturas, pero sólo para verlas como una simple mezcla de gases y agua. El acaudalado hombre de negocios revisando su correo electrónico que viaja en su jet privado no se da cuenta de que a su alrededor se encuentra la magnificencia del cielo, y no recuerda sus sueños infantiles en donde quería hacer mucho dinero para poder disfrutar del paisaje que ahora ignora. El mundo gira, no con la belleza del cosmos, sino con el ímpetu rutinario de un neumático, transportando una carga, mordiendo el polvo, perdiendo aliento cuando se detiene. 

Y con esta indiferencia, se pierde el asombro por el poder de Dios. La Biblia dice que "muchos correrán de aquí para allá, y el conocimiento aumentará" (Daniel 12:4). Y este conocimiento exagerado produce orgullo, y el orgullo cierra las puertas a descubrir las maravillas de Dios, pues cree que se satisface a sí mismo. 

Nos preguntamos por qué Dios ya no hace milagros como en los tiempos bíblicos, por qué ya no hay Lázaros que salgan de sus tumbas, y quizás la respuesta a esa cuestión es que nosotros somos Lázaro, estamos rodeados de vendas que nos estorban para contemplar la luz del día. Estamos vivos, pero embalsamados, cubiertos de lienzos que entorpecen el atestiguar los milagros que el Espíritu Santo realiza en el presente. ¿Será sorpresa que hay muchas personas que no disfrutan los momentos de alabanza en las iglesias? ¿Debemos consternarnos sobre el hecho de que muchas personas no llegan a Cristo, porque sus cristianos no transmiten la emoción y la sorpresa de conocer a Alguien todopoderoso y maravilloso? Si los hijos de Dios no se maravillan de su Padre, difícilmente los huérfanos espirituales querrán adquirir la cobertura de esa paternidad. 

Al quitarnos nuestras vendas, podremos ver a Jesús en su poder

Salmos es el libro principal en donde el hombre se conecta en alabanzas a su Creador. David era un hombre maravillado por Dios. Se suele pensar que sólo los de poco conocimiento son los que se sorprenden con facilidad, pero David era un rey, la cabeza de su nación, un gran estratega militar, y un conocedor de la naturaleza. Él tenía los recursos para sentirse seguro de sí mismo, orgulloso, y condescendiente con el estilo de vida de los demás. Pero mientras más aumentaban su poder y riquezas, mientras más victorias obtenía en la guerra, más se daba cuenta del poder aplastante de Dios, y de su soberanía en la historia humana. El rey se volvía como un niño cuando contemplaba el cielo, y su ser entero se llenaba de humildad ante el hecho de que el Creador decidiera amar a los hombres. Para David, contemplar las grandes manifestaciones del universo (Salmo 19:1), como notar los pequeños y aparentemente invisibles detalles de la vida (Salmo 139:15) lo movían a admirar, y por lo tanto, adorar a Dios. Y así como él, si nuestra canción se fundamenta en la admiración, será sin estorbos genuina adoración. 

Un punto importante a recalcar es que David fue un personaje bíblico que tuvo pocos encuentros sobrenaturales de primera categoría. Moisés vio el Mar Rojo partirse, Josué fue testigo de cómo el día se alargó y cómo el Jordán se dividió, Sansón experimentó su fuerza en proporción de la largura de su cabello, y el rostro de Elías se iluminó con el fuego que emanaba del carro ardiente que lo recogió. Sin embargo, David caminó con Dios en una vida más "terrenal". Un ejemplo lo tenemos en la guerra: mientras que Dios le indicó a Josué que hiciera un acto aparentemente sin sentido (caminar alrededor de un muro y después gritar a todo pulmón) para destruir Jericó, a David le dio instrucciones con más lógica militar y estratégica para conquistar Jerusalén. ¿Qué podría resultar de esto? Que un incrédulo podría quedarse rascándose el cabello de confusión ante el asalto de Jericó, pero objetaría la victoria de David como un resultado de su simple experiencia militar. No obstante, cuanto más obras "humanas" realizaba el rey pastor, con más humildad se arrodillaba para alabar al Rey de reyes y Señor de señores. Sus canciones en Salmos atestiguan su gran dependencia de Él. ¿Esperamos hasta el momento de ver un milagro inexplicable para admirarnos de Dios? El rey David es un buen punto de referencia de que nuestra vida con todos sus detalles es por sí misma la voz de los susurros espectaculares del Todopoderoso. 

A pesar de su poder y riqueza, el rey David se supo bajo la mirada de un Todopoderoso Dios

Por esto es que existe este blog, para admirar a Dios. En este espacio nos asombraremos de Dios tanto en los grandes detalles como en los pequeños. Delante de Él no existe lo rutinario o lo prosaico, porque la punta del Everest puede hacer que nos sorprendamos de Él como lo puede hacer el aleteo de un colibrí o la caseta de pago de una carretera. Espero que los artículos que aquí se publiquen puedan ser de bendición para ustedes como lo son para mí, y que puedan contribuir un poco más en su admiración por nuestro amado Salvador.

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